Artículos científicos – Facultad de Ciencias Jurídicas

¿Qué es democracia?

Por Juan B. Ramírez, Dr., Mag. Sc.

La palabra democracia es utilizada con frecuencia por políticos, empresas y ciudadanos, pero ¿qué significa exactamente? La cuestión es si se puede definir, medir y proteger. ¿Es posible comprarla, venderla y moverla? Si es así, ¿a qué velocidad? ¿Es posible que muera? ¿Qué implica para aquellos que no pueden expresarse? Las personas que no creen en ella se preguntarían: ¿Qué significa esto?

Es conocida la frase atribuida a Churchill que él atribuye, quizás por modestia, a alguien más:

Indeed, it has been said that democracy is the worst form of Government except all those other forms that have been tried from time to time.

De hecho se ha dicho de la democracia que es la peor forma de gobierno si exceptuamos las demás…

Aún una observación de esta naturaleza, mitad flema, mitad pesimismo, o enteramente flema británica, aun esta habría que justificar.

El sistema basado en el voto es una idea cuestionada. Regularizar la charla sobre el sistema basado en el voto es tan antiguo como el propio gobierno de la mayoría, y dado que el S. XX es de alguna manera el Siglo de las Definiciones, se intensificó en él.

La ilimitada y amplia gama de hipótesis de gobierno popular se hizo difícil de discernir. La mayoría de las clasificaciones están mezcladas y examinadas como un largo inventario descriptivo de hipótesis justas. A una idea central se lo adjetiviza como:

  • tradicionalista
  • liberal
  • social
  • pluralista
  • elitista
  • decisorio, comunitario, cosmopolita, republicano, deliberativo, participativo, activista de la mujer, básico, post correntista o multicultural, etc.

por nombrar sólo los epítetos más claros, todos ellos con contenido distintos.(Merkel 2014)

A pesar de que en su sentido más amplio el gobierno popular es antiguo, y que solo luego se ha dividido, al menos teóricamente, en una panoplia de modelos, habrá que hallar una caracterización mínima para conceptualizarla y poder trabajar con ella.

La característica que defendemos es el que señala que el gobierno de la mayoría debe asegurar básicamente a cada residente adulto la opción de votar.

Esta conceptualización implica una abstracción importante ya que, hasta alrededor de cuatro años antes de 1918, o el final de la Primera Guerra Mundial, en cada gobierno o República popular autónoma que había existido hasta ese momento, un decente 50% de todos los adultos había sido constantemente prohibido de los privilegios completos de la ciudadanía (Dahl 2000) cuando que la idea ya provenía de la civilización griega, que engendró la romana, que engendró Occidente.

Cualquier estudio sobre Derecho Electoral implica que la democracia es mejor que otras formas de gobierno. Tal vez la cuestión más clave y laboriosa en cuestiones legislativas es evadir el estándar absolutista. A lo largo de la historia completamente escrita ——-conocemos más detalles de la vida de Napoleón que los que estrictamente necesitamos conocer—, los pioneros impulsados por la arrogancia, la neurosis, la responsabilidad personal, la filosofía, el patriotismo, la estricta convicción, los sentimientos de prevalencia innata, o el sentimiento y la motivación pura han abusado de las capacidades del estado con respecto a la intimidación y la brutalidad para servir a sus propios sistemas de ideas, acarreando muchas veces, el hambre y la guerra.

No podía ser de otra manera porque cuando el Griego propuso y desechó la democracia, también postuló la idea del «rey filósofo», una especie de déspota ilustrado, pero nunca nos dijo qué haría el rey filósofo cuando una parte de la población no estuviera de acuerdo con su filosofía —esto lo menciona quizás Ortega y Gasset o Toynbee (Ortega 1972; Toynbee and Somervell 1947). Tal vez Aristóteles no previó completamente a su rey, de la misma manera en que Voltaire en su correspondencia con Federico II de Prusia parecía, de tanto en tanto, dirigirse a un amigo remilgado y bonachón —o sólo lo calló.

Ese déspota ilustrado –que lo sea o no puede variar desde los puntos de vista— y el el gobierno de todos luchan cruentamente hasta hoy.

El sistema basado en el voto no es sólo un sistema de administración: no es solamente el tráfico de papeletas a través de un algoritmo más o menos complejo; dado que los derechos son componentes importantes en las organizaciones políticas justas, el gobierno popular es característicamente, además, un arreglo de derechos. Los derechos están entre los cuadros de la estructura fundamental de un ciclo de gobierno basado en leyes.

La democracia hace que los individuos se aseguren sus principales ventajas. Todo el mundo, o casi todo el mundo, necesita ciertas cosas: albergue, comida, cobertura, bienestar, amor, respeto, seguridad, familia, compañeros, trabajo satisfactorio, relajación, y otros. Es muy probable que el ejemplo de sus necesidades varíe del ejemplo particular de las de los demás. Como la gran mayoría, sin duda se necesita practicar algún tipo de dominio sobre los componentes que ella decida para satisfacer algunas necesidades y en qué medida, alguna oportunidad de decisión, una oportunidad de dar forma a la vida según unos propios objetivos, inclinaciones, gustos, valores, deberes, convicciones. El gobierno de la mayoría asegura esta oportunidad y la oportunidad mejor que cualquier marco político de opción que se haya inventado.(Dahl 2000)

Como se ve, nos hemos referenciado repetidas veces a Dahl. Conciso y breve, es una lectura obligatoria para quienes quieren desentrañar los tópicos que implican la democracia. Así el influyente libro de un inglés no solamente nos muestra los orígenes de las democracias y de la representación, sino que nos señala algo que parece obvio cuando uno lo nota: democracia y libre mercado son dos hermanos que siempre van juntos, pero nunca se llevan bien.

Nosotros mismos, estas líneas, y quizás también quienes lo lean, se encuentran inmerso en el capitalismo y en toda su imaginería: manejamos el idioma que nos enseñó el libre mercado, hablamos con las palabras que los bancos pusieron en nuestra boca. Según este autor, el libre mercado ayuda a la democracia hasta ser lo que llama poliarquía, el gobierno de muchos, es decir, de una élite. Luego de ese punto, ya no lo ayuda, sino lo entorpece. Toynbee(Toynbee and Somervell 1947), piensa algo más crucial: que Occidente es industrialismo y democracia, y que esa poliarquía hace crecer a las civilizaciones en la medida en que son élites creativas y lo hunden y desintegran cuando ya no son sino élites dominantes.

Aún así leer a Dahl puede ser muy formativo pero un tanto árido. Define la democracia casi con exactitud matemática y no muestra cuan lejos estamos de ella y quizás cuan lejos podemos llegar. Pero quizás habría que observar a la democracia como un proceso cuya propia definición es el mismo proceso.

Los regímenes no democráticos se consideraban superiores en teoría y en la práctica en la mayor parte del mundo hasta principios del siglo XX. Los monarcas no democráticos han gobernado sobre la gran mayoría de los pueblos humanos, y a veces sobre todos, desde los albores de la humanidad. También es habitual que los líderes de los regímenes no democráticos legitimen su gobierno utilizando la vieja y persistente alegación de que la mayoría de la gente carece de capacidad para gobernar.

Según esta línea de razonamiento, la mayoría de la gente estaría mejor si se limitara a dejar que los que tienen más conocimientos se encarguen de la difícil tarea de gobernar —una minoría, como mucho, o una sola persona—. Y no es inusual, tampoco, que la mayoría concuerde a veces.

Pero en el absolutismo no hay lugar para la discusión, por lo que se recurre a la coacción para suplir las carencias. La mayoría de los individuos se ven obligados a someterse al gobierno de sus superiores autoasignados, aunque nunca lo hubieran aceptado voluntariamente.

Dahl concluye resumiendo sus puntos: Los regímenes antiautocráticos pueden evitarse a través de la democracia. Mientras que las instituciones no democráticas no garantizan ni pueden garantizar muchos de estos derechos fundamentales, la democracia sí lo hace. La democracia proporciona a sus ciudadanos un mayor grado de libertad personal que cualquier otra opción viable. Los intereses fundamentales de las personas están mejor protegidos cuando existe la democracia. Uno de los beneficios más importantes de vivir bajo un gobierno democrático es que da a la gente la libertad de elegir sus propias leyes, lo que sólo es posible en un sistema gobernado democráticamente. En la mayor medida posible, la responsabilidad moral sólo puede ejercerse bajo un gobierno democrático.Más que cualquier otra opción, la democracia promueve el crecimiento humano en toda su extensión. Un alto grado de igualdad política sólo puede ser fomentado por una administración democrática. La guerra ya no se libra en las democracias representativas modernas. Está generalmente aceptado que los gobiernos democráticos tienden a ser más ricos que los dirigidos por regímenes autoritarios.

Uno podría dudar ante alguno de esos enunciados —tomo uno fácil: gozamos de una paz mundial, si exceptuamos dos o tres enconos locales, desde ya casi 100 años porque tenemos una policía mundial hace ya casi 100 años—, otro podría recelar del sospechoso amontonamiento de pruebas —como dice la sabiduría popular iyapuvante itestigova.

Pero de antaño sabemos que dos cabezas piensan mejor que una; por lo cual, extendiendo este refrán a la sociedad toda, la participación es la única manera de evitar que los gobiernos no cometan errores del cual ya no podrán recuperarse sino hundiendo a su sociedad más y más en la barbarie hasta hacerla desaparecer.

Referencias.

Dahl, Robert Alan. 2000. On Democracy. Yale Nota Bene Book. New Haven: Yale Univ. Press. Merkel, Wolfgang. 2014. “Is There a Crisis of Democracy?” Democratic Theory 1 (2). https://doi.org/10.3167/dt.2014.010202. Ortega, José. 1972. La Rebelión de Las Masas : Con Un Prólogo Para Franceses, Un Epílogo Para Ingleses y Una Apéndice: Dinámica Del Tiempo. Espasa-Calpe. Toynbee, Arnold J., and D. C. Somervell. 1947. A Study of History: Abridgement of Volumes i-VI.

Listas abiertas y participación ciudadana.

Por Juan B. Ramírez, Dr., Mag. Sc.

Como estas reflexiones fueron concebidas a priori corren el albur de ser ya anacrónicas al momento en que el lector llegue a ellas. La experiencia de la que se habla en estas breves líneas ya ha ocurrido y seguramente existen ya números estadísticos que corroboren, nieguen o simplemente difieran de lo que acá se expone, por más general y generalizador que fueran. Los que escriben sobre hechos sociales suelen indicarnos que sienten viejo su texto apenas lo terminan y aun antes: los cambios se suceden muy rápido si uno se fija con la suficiente atención.

Después de casi una década y media de intentos de alterar el sistema de listas cerradas, el sistema de listas cerradas pudo ser utilizada por primera vez, con un voto preferencial en las elecciones municipales. La aprobación de los legisladores había llegado tras un insistente pedido ciudadano en torno al desbloqueo, sistema este que permite al electorado aplicar su voto preferencial para desbloquear el orden original de las listas de los cargos pluripersonales. Por lo tanto, con este nuevo sistema, todos los candidatos de las listas compiten en igualdad de condiciones para conseguir los escaños que de otro modo les correspondería por el sistema D’hont y a través de una lista cerrada.

En el sistema electoral paraguayo, las elecciones internas son obligatorias y utilizan el mismo esquema que las elecciones generales. Por lo tanto, el sistema de listas cerradas bloqueadas —que ya ha corrido una primera experiencia— podría tener también incidencia en la composición y producción de fuerzas dentro de los partidos políticos, lo que, a su vez, afectará el comportamiento de los actores en cuanto a su conducta ante la jerarquía partidaria.

Por lo tanto, es importante conocer las expectativas reales que tuvo el electorado en torno al nuevo sistema y si, eventualmente, esas expectativas llevarían, de aqué en adelante, a una mayor participación ciudadana en las elecciones.

El análisis de los sistemas electorales y la administración electoral, en las democracias modernas, requiere un conocimiento profundo de un tema que está en el centro del proceso electoral. La comprensión y el análisis de la red de agentes y leyes que confieren legitimidad a los representantes del sistema político implica un examen en profundidad del sistema político.(Solano, n.d.)

Es bastante frecuente el parecer de que en las últimas décadas hemos asistido a un cambio drástico en las democracias representativas occidentales. El creciente distanciamiento entre los ciudadanos y los partidos políticos se manifiesta en las bajas tasas de afiliación a los partidos, el aumento de la volatilidad electoral y el deterioro de la imagen de los partidos políticos en general entre la población. Tras enfrentarse a esta alarmante situación, las fuerzas políticas establecidas parecen buscar un remedio en forma de reforma institucional.(Fernández-Esquer and Sierra-Rodríguez 2019)

Algunos sostienen que la política se deriva de las acciones y creencias del ciudadano medio, y que las instituciones políticas democráticas deberían estar diseñadas para responder a este pueblo. Desde Aristóteles y Sócrates, e incluso ahora en las publicaciones de ciencias políticas, esta afirmación ha suscitado debates sobre las capacidades del público y la calidad del compromiso ciudadano, esto es, para decirlo de manera práctica, la participación del ciudadano…

El hecho de que estas discusiones se hayan prolongado durante milenios sugiere que se ha avanzado poco en el estudio de estas cuestiones.

Sin embargo la disciplina de la conducta política comparada ha hecho enormes progresos en la descripción de las opiniones y el comportamiento del público, así como del compromiso de los ciudadanos en el proceso político. (Dalton, Sin, and Jou 2007)

No es inusual que ellas nos indique que en cuanto a los ciudadanos, el interés y la participación política parecen limitarse a emitir un voto ocasional en las elecciones nacionales y más que eso, parece que la gente entendía poco su papel en la política. No estaba claro que las decisiones de voto se basaran en evaluaciones racionales de los candidatos, los partidos y sus posiciones.

Esta imagen del votante desinformado y poco sofisticado empezó a alterar la percepción pública de la democracia y la política democrática. Según algunos expertos, es mejor para la democracia que el público en general no se involucre en la política si no está muy educado. Si esto era bueno para la democracia, otros estudiosos argumentaban que los peligros de la movilización política eran demasiado altos y que los beneficios del orden político en los países menos desarrollados superaban los riesgos.

Una perspectiva revisionista afirma que el público actual tiene una mayor sofisticación política que la sugerida por las primeras investigaciones, ya sea porque las primeras investigaciones eran erróneas o porque la sofisticación ha aumentado como resultado de la modernización social.

Otros autores creen que el entorno político ha tenido un impacto significativo en la sofisticación de los votantes, y que los primeros estudios sobre el público. Esta explicación de la sofisticación política fue apoyada por estudios transnacionales que indicaban que la sofisticación difería significativamente entre países, siendo Estados Unidos, entonces en 1950, uno de los menos ideológicos. Hasta hace unas décadas atrás el tópico de que en ese país el ciudadano apenas si iba a votar era entendido como señal de lo estable que era su democracia.

Los ciudadanos, como es natural, ahorran a la hora de invertir en la información que necesitan para tomar decisiones importantes, y la mayoría de ellos son capaces de maximizar esta inversión hasta el punto de no necesitar una respuesta. Esta inversión se optimiza para que la democracia siga funcionando. Los habitantes de las democracias occidentales viven ahora en un entorno rico en información.(Dalton, Sin, and Jou 2007)

La investigación sobre la cultura política y la relación entre la modernidad y el comportamiento público ha sido resucitada por varios estudios recientes. La Encuesta Mundial de Valores de Inglehart de 1981 mostró una correlación entre una amplia gama de actitudes políticas y la estabilidad democrática en 22 países (Inglehart 1997).

Según este autor, como resultado de la industrialización, durante el proceso de modernización las personas se vuelven más urbanizadas, más educadas, más especializadas y más dependientes de las formas de autoridad racional-legal en lugar de las tradicionales. La postmodernización se produce cuando el crecimiento económico proporciona ganancias marginales decrecientes tanto en el bienestar material como en el subjetivo. Además, la posmodernidad se caracteriza por un cambio de los valores de supervivencia a los valores de bienestar, del impulso de éxito a la motivación posmaterialista, y por un alejamiento del poder burocrático hacia la gestión participativa. Una

serie de transformaciones sociales, desde la igualdad de derechos para las mujeres hasta las instituciones políticas democráticas y la desaparición de los regímenes socialistas de Estado

Aparte de esto, a lo largo de la ola democrática de los años noventa se prestó mayor atención a la forma en que se entrelazaban la modernización y la cultura política. ¿En qué medida la reciente transformación política de Europa Central y Oriental puede atribuirse a un cambio de mentalidad política? En cuanto a la democracia, ¿hasta qué punto puede utilizarse como indicador el apoyo de los ciudadanos a la política democrática?

En cuanto a la experiencia puntual con las listas desbloqueadas, un autor (Fernández Esquer 2019) se muestra más optimista, un poco más: Es posible que un votante indique sus preferencias por uno u otro candidato en una lista desbloqueada, lo que le permite ascender en la lista electoral ya creada por las autoridades electorales. Al indicar su apoyo a un candidato en lugar de otro, los votantes podrían influir en el orden en el que aparecen sus nombres en la lista electoral preexistente. El argumento puede simplificarse diciendo que cuanto mayor sea la capacidad de un votante para expresar sus preferencias, mayores serán sus posibilidades de participar, y esto puede considerarse como algo bueno en sí mismo.

Sin embargo anota que el electorado poco sabe de los sistemas electorales, pero también que entre los beneficios que se pueden anotar es que los votantes tendrán menos control sobre quiénes son elegidos para el parlamento porque las direcciones de los partidos tendrán menos influencia sobre quiénes son finalmente elegidos. Los candidatos podrían ser reclutados más abiertamente fuera de los canales establecidos por los partidos si las leyes electorales fueran más personalizadas, permitiendo a los individuos definir mejor sus propios perfiles políticos. Ni sus contactos con los líderes de su formación política ni su capacidad de mediación determinarían su destino político. En otras palabras, un choque de ideologías permitiría una mayor diversidad entre partidos políticos ya muy jerarquizados.

Como se ve, hay posiciones encontradas, hay posiciones disidentes, hay puntos de vistas por doquier.

Las personas que creemos en la democracia no podemos dejarnos destrozar por la maquinaria dialéctica. Para la democracia es vital la participación ciudadana: sin ella no hay nada como democracia. Y todas ellas esperamos que la adopción de las listas cerradas desbloquedas vaya progresivamente –ojalá algo fuera instantáneo— moviendo al ciudadano a la participación.

Referencias.

Dalton, Russell J, To-chʻŏl Sin, and Willy Jou. 2007. “Understanding Democracy: Data from Unlikely Places.” Journal of Democracy 18 (4): 142–56. https://muse.jhu.edu/article/223229. Fernández Esquer, Carlos. 2019. “Las Listas Desbloqueadas En España: ¿Regeneración Democrática o Espejismo Institucionalista?” 35. Fernández-Esquer, Carlos, and Javier Sierra-Rodríguez. 2019. “El voto preferencial en las Comunidades Autónomas: propuestas y condicionantes jurídicos.” Revista d’Estudis Autonòmics i Federals. Journal of Self-Government (REAF-JSG), no. 29: 51–100. https://doi.org/10.2436/20.8080.01.34. Inglehart, Ronald. 1997. Modernization and Postmodernization : Cultural, Economic, and Political Change in 43 Societies. Princeton University Press. Solano, Mauro. n.d. “El Voto de Preferencia En La Argentina. Sus Diseños de Reglamentación a Nivel Local.” 16.